“Doble Agente”, el nuevo libro de Gabriel Levinas

0

Como lo señala con acierto Alejandro Katz en el prólogo del libro, Verbitsky tuvo protagonismo en los años 70 y hoy es «una de las figuras que más incide en el debate público» de lo ocurrido en aquella etapa, y «en el modo en que desde el presente se juzga ética y jurídicamente» a varios de los protagonistas, incluso a algunos que «cumplieron papeles significativamente menores que los que él cumplió y que, no obstante, son objeto de su análisis, de su pluma incisiva y, lo que es peor, de la acusación que su dedo tronante lanza sobre ellos».

Levinas, en tanto, define a su biografía «inesperada» como «una historia de la incapacidad arrogante para asumir los errores del pasado, de lo turbio y de la traición», frase que anticipa que no será nada tierno con su protagonista.

Las acusaciones que el libro formula –y en algunos casos insinúa- son efectivamente de grueso calibre, en especial para quien en estos años ha ejercido un papel de implacable fiscal y hoy se ve sentado en el banquillo.

El disparador de Doble Agente fue el testimonio de Pedro Güiraldes, hijo del Comodoro Juan José Güiraldes, acerca de que la colaboración de Horacio Verbitsky con su padre no fue meramente de «editor» o «asesor» para un libro técnico sobre la Aeronáutica – El poder aéreo de los argentinos, publicado en pleno Proceso- sino que incluyó el carácter de ghost writer de discursos de los mismísimos jefes de la Fuerza Aérea, en el preciso momento en que estos integraban la Junta militar que dirigió la dictadura más represiva de nuestra historia.

El libro está basado en investigación documental, pero también en testimonios orales, algunos previsibles, como el de Patricia Walsh, hija de Rodolfo Walsh, con quien Verbitsky militó en FAP y Montoneros, o los de colegas como Miguel Bonasso, Silvina Walger o Alfredo Leuco. Pero también hay otros inesperados como el del ex gobernador bonaerense y candidato al mismo cargo, Felipe Solá, quien conoció a Verbitsky en un paso fugaz por la redacción del diario Noticias y lo recuerda como un tipo «divertido, (…) nada que ver con el Verbitsky de ahora», pero lo tilda de «ingrato» por no haber ido al sepelio de Güiraldes.