Feminismo: ¿Cuándo lo van a entender?

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¿Te divierte excluir a una mujer por sus ideas? O acaso, ¿te resulta más divertido aún verla pelear por el respeto y la igualdad que se merece? Entonces, no me digas más: puedo adivinar entonces que tus pulmones estallan de risa cuando alguien cataloga con el mote de «rara» a un espécimen del género femenino que viste pantalones largos y lleva el cabello bien corto. Pero te tengo una mala noticia, querido amigo, esos tiempos se van a terminar.

Antes que todo, una cosa debe quedar bien clara: el feminismo lucha desde diferentes aristas para terminar con las acciones violentas y erradicar los sistemas patriarcales desde los que se construye la sociedad, que son alimentados día a día por patrones de carácter cultural. Al contrario de lo que afirman sus múltiples detractores, las feministas no buscan una sociedad de violencia ejercida por las mujeres y no anhelan ver a los hombres como eternos victimarios.

Tampoco es cierto aquel precepto que asegura que ya no se necesita el feminismo porque las sufragistas consiguieron el voto o porque la sociedad aceptó que de verdad estaban aptas para el trabajo. Aquí la discusión va mucho más allá de la concesión de derechos. Comienza con el punto de eliminar, en principio, la idea paternalista con la que son vistas las mujeres y comprender que las exigencias que se hacen en medio de cualquier discusión política no son a manera de petición. Mientras perduren cifras tan alarmantes respecto a esta cuestión -como que 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido o sufre de violencia física o sexual- las discusiones alrededor del feminismo estarán vigentes.

Es importante entender una cosa, y es que estas prácticas violentas van más allá de los escándalos mediáticos que se fomentan alrededor del drama de la violencia física y sexual. Urge una profunda reflexión de nuestras prácticas cotidianas para comprender que la violencia no sólo es ejercida en caso de golpes, abuso sexual o feminicidio; es necesaria la visibilidad de otras formas de violencia, que por menos sangrientas, no son menos reales. Entender que el verdadero reto no está en sentirse orgulloso por no golpear, sino en ver al otro desde el respeto.

Resulta necesario entonces eliminar la binariedad sexual y los roles impuestos para la sexualidad de las personas. Que las tareas, profesiones y oficios no estén condicionados biológicamente por el sexo, la raza o la condición económica con la que se nace, y concebir la diversidad sexual como legítima y maravillosa. Manifestarse con hechos contra el sexismo, el racismo, la inequidad, la injusticia y la homofobia son apuestas éticas del feminismo como acto político para la vida. No basta sólo con ser iguales ante la ley.