GP de México, entre el orgullo y la infamia

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GP de México, entre el orgullo y la infamia

El pasado domingo se disputó la 19ª fecha del campeonato 2016 de la F1. Un fin de semana a pura fiesta en las gradas, con un Gran Premio que representó a todo un continente y tuvo un final para el infarto, aunque arruinado por los comisarios. Éstos, con decisiones imparciales, ponen en jaque una categoría que hace años no entrega nada nuevo a los fanáticos.

La F1 es, sin dudas, la categoría automotriz más importante de monoplazas en la historia del deporte. Nombres míticos pasaron por circuitos históricos, que fueron sede de luchas aguerridas en diferentes épocas de La Máxima. Dicotomías como la de Senna-Prost, Fangio-Ascari, Hunt-Lauda, Schumacher-Hakkinen se desarrollaron en Nurburgring, Hockenheim, Monza, entre otros, y deslumbraban a los fanáticos de eras anteriores y nos fascinan a los de la era actual, que miramos perplejos las imágenes en blanco y negro o con colores difusos que muestran las verdaderas batallas de otras épocas.

Eso es una de las cosas que le faltan a la F1 actual, batallas verdaderas. La inserción de la tecnología en la categoría no es vista con malos ojos (la maravilla de Williams en los 90, la aerodinámica actual, entre otras). El problema tal vez está en que hoy en día, lo pilotos dependen de un sistema artificial para adelantar rivales en rectas cada vez más largas (el patético ejemplo de la recta del circuito de Bakú, exageradamente larga y seguida luego por otra recta que toma en cuenta el punto de detección anterior y permite al piloto alejarse aún más).

No sólo eso, sino que los pilotos se ven limitados por todos lados: cuidado de neumáticos, de combustible, de motor, de frenos. Y la lista sigue: no moverse en la frenada, no barrer, reglas necesarias para evitar problemas. Pero los problemas igualmente persisten, como los de la semana pasada.

Y ahí se abre la ventana que tal vez más nos preocupa a los fanáticos. Porque en el Gran Premio de México, cuestionado porque el año pasado recibió un espectáculo más bien en las gradas y no en las pistas, esta vez sí ofreció una gran lucha en pista.

Si bien la lucha no era por la punta (Hamilton y Rosberg ya estaban cómodos en primer y segundo lugar), Red Bull y Ferrari luchaban por completar el podio. Verstappen era, a cinco vueltas del final, el candidato a quedarse con el trofeo más pequeño. Pero Vettel se acercaba luego de una gran estrategia de Ferrari en boxes (¡Por fin!). Más atrás, Ricciardo tenía un compuesto más veloz y también descontaba. Los patines de Verstappen empezaron a fallar y Vettel no dudó: lo atacó a cuatro vueltas del final.

En ese momento, los corazones de los Tifosi se detuvieron. Si bien no era un premio suficiente para sanear el mal cierre de temporada de los de Maranello, ese tercer lugar de Vettel significaba vencer a los de la bebida energizante con un auto inferior. La historia de Ferrari debería alcanzar para vencer a Red Bull.

El alemán se le fue con todo al holandés, que se pasó en la frenada y cortó la curva, evitando el adelantamiento rival. Desde el intercomunicador, le comunican a Verstappen que sería conveniente devolver la posición. El Joven Fantástico, o como quieran llamarlo en tu país, querido lector, hizo caso omiso y prefirió hacerle un tapón a Vettel para que Ricciardo se acerque y Red Bull complete un 3-4 que les asegure prácticamente el segundo lugar en el campeonato de constructores. A dos del final, Ricciardo le presenta el coche a Vettel (en zona de DRS, por supuesto), y lo pasa, pero el Joven Maravilla (!) le cierra la puerta con una maniobra agresiva al límite del reglamento. Como Tifosi me pareció legal, no se pasó en la frenada, ni cortó la curva, pero sí cambió la trayectoria y posiblemente la sanción sea correcta.

Es que sí, finalmente a Vettel lo sancionan después de la carrera y de recibir el trofeo del tercer lugar, que había sido de Verstappen en la pista, pero que cayó en manos de Vettel y luego de Ricciardo, favorecido enormemente por el escándalo de su compañero de equipo.

Para colmo de males, a Vettel le imponen 10 segundos contra los 5 que recibió Verstappen, por lo que el de Ferrari cae al quinto lugar y Red Bull completa el ansiado 3-4 detrás de las Flechas de Plata. Maranello está que arde, y el mundo Tifosi también. Si Verstappen devolvía la posición y luego Ricciardo superaba a Vettel legalmente, nada pasaba, todo era normal.

En realidad no era normal en esta F1. Ver tres pilotos aguerridos disputando una posición importante no es algo típico de esta era del extremo cuidado del coche. Un final anormal, por ende atractivo, se vio empañado por decisiones incorrectas por parte de los comisarios, que jugaron un papel importante desde el inicio de la carrera.

En la primera vuelta, donde los pilotos deben tener, valga la redundancia, extremo cuidado, Hamilton se salteó una curva y volvió a toda velocidad a la recta opuesta para no perder el primer puesto. La telemetría indica que el británico ganó más de un segundo, diferencia que se diluyó por el Safety Car tras un choque en la zona posterior de la fila india. El de Mercedes no recibió sanción alguna, seguramente por el temor de los comisarios de influir en la definición del calendario. Cinco segundos en el momento de la carrera habrían bastado para calmar los ánimos de los fanáticos.

Fanáticos que ya miran de reojo la categoría. Cada vez más se ven en los grupos de Facebook preguntas como “¿Vale la pena ver la carrera?” o “¿Algún link para ver el resumen?”. No es mentira que la F1 pierde fanáticos año tras año. Las mediciones de la audiencia lo evidencia, a pesar de que algunos busquen la excusa de la “audiencia ilegal” que no se contabiliza. También se ve en los Grandes Premios, con tribunas cada vez más vacías.

Aún así, en México se vivió una auténtica fiesta. El Foro del Sol, tramo polémico ya que recorta el hermoso curvón del Hermanos Rodríguez, explotaba de gente el pasado fin de semana. El clima era tremendo en todos los sectores del autódromo. Y una vez que el GP de México brindó un buen espectáculo, los de arriba se encargaron de arruinarlo y dejar con un sabor amargo a gran parte de la fanaticada de la F1.