Manifiesto a la juventud

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Desilusionado por una ilusión prematura, si no inmadura, de convencerme de que el éxito y el futuro son un abrir y un cerrar de puertas más no una escalera en espiral, hago un llamado a todos los confundidos de mi generación y propongo como filosofía de vida, ponernos el uniforme de lo que verdaderamente somos, jóvenes.

Pasamos cantidades de tiempo exorbitantes de nuestras vidas encerrados en cuatro paredes que se mutan mientras nos convencemos, esperanzadamente, que se trata de un progreso académico, cuando en realidad lo único que cambia es donde están situadas las cuatro paredes iniciales. Primero el jardín de infantes; luego el colegio y por último la universidad. En cada uno de los anteriores nos vemos opacados por conocimiento bibliográfico que memorizamos para que sean contenidas en nuestra conciencia y desaparezca igual de efímeramente como aparecieron.

Estupidizados por las metas que construimos en el tiempo, encarnan en nosotros el deseo de éxito bajo los parámetros del hoy. Jamás cuestionamos ese éxito justamente porque entre este ir y venir, dejamos atrás a aquel arquitecto que jugaba con legos, o aquella artista que dibuja con crayolas a su familia. Muchos deciden creer que crecer es cuestión de dejar a un lado aquello que nos permite ser nosotros, porque por alguna razón desligamos aquello que amamos con el éxito, o peor aún lo ligamos al fracaso. No hay manifestación más grande de inseguridad que la mencionada anteriormente. En todo caso, a todos aquellos les digo, ¿Qué es el fracaso?

Quizás es demasiado tarde para unos y ansiosamente temprano para otros para anunciarles que el tiempo siempre es nuestro aliado, si no es el único. Es lo único que verdaderamente pasa en esta vida y es intocable, no está para nuestra manipulación. Lo único que está a nuestra disposición somos nosotros. Seremos cómodos o nuestras madres nos quisieron a extremos tan elevados que presentada la situación de su ausencia, nos percatamos, por vez primera, que estuvimos presentes en una realidad y ausentes en otra. A medida que crecemos, poco a poco empezamos a entender esa intriga insistente de los adultos sobre nuestro futuro.

Atravesamos obstáculos que creíamos más chicos antes de enfrentarlos. Obstáculos que una vez puestos al servicio de la realidad se presentan ante nosotros como alguna clase de monstruo sin rostro. Lo curioso de este monstruo es que toma formas distintas para cada uno de nosotros, dado que nuestra percepción de él o ella (?) es distinta en cada una de nuestras cabezas. Molesta su presencia, se burla de nosotros y nos baja las defensas sin que nos demos cuenta; nos carcome por dentro mientras ignoramos su existencia y cuando menos lo pensamos, no es más nuestro enemigo sino la ceguera de la realidad misma y la falta de voluntad para reaccionar. Por eso hoy, querido lector, reacciono. Por eso hoy, querido lector, escribo.

Paulo Srulevitch
@PauloSrulevitch

2 COMENTARIOS

  1. Excelente nota para recordar (autorecordarnos) que se crece de a poco, con fuerza y voluntad.

    «Ser jóvenes sin prisa y con memoria
    situarse en una historia que es la suya
    no convertirse en viejos prematuros» ❤️

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