No queremos otro ladrillo en la pared

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El nueve de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín, un muro de unos 50 kilómetros de largo y cuatro de alto que durante 28 años dividió a Berlín Occidental de la República Democrática Alemana (RDA). Su eliminación significó el fin del régimen de la RDA y de los regímenes comunistas en Europa Oriental. Hoy, la celebración de otro aniversario nos invita a echar una mirada revisionista sobre su historia y sus consecuencias.

Cuando el muro fue construido, significó, literalmente, la concreción de la división nacional. Para los ciudadanos de la RDA, el muro representó la imposibilidad de comprar un boleto para viajar al occidente de la ciudad, al “reino de la libertad”. A partir de 1961, los alemanes orientales debieron adaptarse mucho más que antes a un régimen en el que no habían elegido vivir. Y los occidentales tuvieron que sentar los fundamentos de una política para relacionarse con el este.

Muchos alemanes occidentales creyeron que nunca vivirían la reunificación de Alemania como nación. Por esta razón y a pesar de que días antes del nueve de noviembre de 1989 ya se sabía que los ciudadanos de la RDA podían pasar al occidente, la caída del muro fue toda una sensación. De hecho, la Cortina de Hierro se abrió desde que fue permitido viajar a Checoslovaquia y de allí entrar a Alemania Occidental. Así, a más tardar el tres de noviembre de 1989, el muro ya había perdido su función.

La Revolución Pacífica, que comenzó en Polonia con la fundación del sindicato Solidarnosc en 1980, fue una de las causas fundamentales de todo lo que sucedería en el este y centro de Europa en 1989. Otra causa fundamental fue Mijaíl Gorbachov. Sin el debilitamiento de la Unión Soviética y sin su derrota en la carrera armamentística, económica e ideológica la Revolución Pacífica no habría sido posible. Tampoco, la caída del muro. Y mucho menos, la Reunificación Alemana.

El muro de Berlín dejó una huella que se traduce en el atraso económico de los nuevos estados federados. En 1989, no sólo el Estado oriental estaba en bancarrota sino también la economía. La industria no era competitiva a nivel internacional y esto no ha podido superarse hasta hoy. Aunque hay regiones prósperas y nuevas tecnologías, ahora como antes el desempleo en el este es dos veces más alto que en el oeste. Esto, en gran parte, es un vestigio de la RDA.

A pesar de la experiencia alemana, actualmente en el mundo continúan levantándose muros, como el que existe en Israel. Pero la pregunta obligada es si esa muralla realmente evita el derramamiento de sangre. Debemos permanecer escépticos, pues, aunque así fuera, esa barrera sólo tendría efectos provisionales. En principio, como afirma el historiador alemán Heinrich August Winkler, “la construcción de un muro siempre entra en conflicto con el espíritu de los tiempos”.