Órganos en un Chip: un proyecto casi hecho realidad

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Solange Massa es doctora en Medicina y desde 2013 trabaja en el programa Órganos en un Chip, un proyecto que busca mejorar el proceso de creación de nuevas drogas y que a futuro podría indicar qué efectos tienen tratamientos como la quimioterapia en cada ser humano.

“Esto que están viendo acá es un vaso sanguíneo. Es un vaso por el que corre la sangre de todos ustedes. Sirve para conectar todos los órganos y es a su vez el órgano más extenso. Esto que ven no es una animación, es un vaso real, pero es un vaso bastante especial. Este vaso lo hice con mis propias manos, yo en el laboratorio”. Así, con esas palabras y una pantalla que mostraba diferentes imágenes, Solange Massa (33) inició una charla que mantuvo captivo a su público. En el marco de InnovatiBA, un evento para emprendedores sobre tecnología e innovación organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en la Usina del Arte, la doctora en Medicina explicó a los asistentes de qué se trata el proyecto que podría revolucionar la forma de crear nuevos medicamentos; un proyecto del que ella es parte.

Massa es médica por la Universidad Austral, candidata a doctora en Biomedicina por la Universidad de Los Andes (Chile) y embajadora de Singularity University, institución en la que se graduó del Global Solutions Program. También estudio dos años y medio en el Harvard-MIT, y hace un año y medio que vive en San Francisco. Con el programa que la trajo a hacer de oradora en Buenos Aires, “Órganos en un Chip”, arrancó en 2013.

Hace muy poco, y después de que la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés) hiciera pública su intención de probar este avance, los órganos en un chip empezaron a ser implementados. «Eso significa que se están empezando a utilizar como plataforma de prueba de nuevas drogas”, explica la investigadora, en diálogo en Mujeres que hacen. ¿Cuál es su objetivo? “Tanto reducir el uso de animales en las pruebas como aumentar la efectividad de las drogas y medir cuán tóxico es un medicamente antes de que salga al mercado”. A ello se le suma también la posibilidad de, a futuro, soñar con un avance en la ingeniería de tejidos que permita, por ejemplo, imprimir un órgano para un paciente en espera de un transplante.

Pero ¿qué es un órgano en un chip? Todo comienza con el fin que Massa se atribuye como profesión. “Yo me dedico a imprimir humanos. Imprimo tejido humano. Para eso uso una bioprinter, una impresora 3D de tejidos humanos”, sostiene. Para llegar a ello, la representante de la universidad patrocinada por Google comienza por “copiar” ínfimas partes del ser humano.

“Nosotros somos hidrogeles, como una gelatina. Estamos 70 por ciento hechos de agua y 30 por ciento hechos de scaffold, que es lo que sostiene toda esa agua y le da estructura. Entonces para replicar humanos trabajamos con biomateriales y células humanas. Compuestos como el colágeno y la alginato de las algas marrones nos dan el andamiaje para replicar hidrogeles, y eso sirve para probar drogas”, explica.

La meta de su equipo de trabajo es reproducir miles de años de evolución en un laboratorio. Sumado a lograr que un hígado, un corazón o un vaso sanguíneo replicado funcione como tal, la intención del programa del que Massa es parte es “romper con la estructura de la industria farmacéutica”.

Según Massa, llevar un fármaco desde el comienzo de su investigación al mercado cuesta alrededor de U$S 2.5 mil millones y toma más de 10 años. “Hoy para probar estas drogas tenemos cultivos celulares que no replican lo que nosotros representamos, y luego ese compuesto pasa a un animal. Ninguno de nosotros se parece en lo más mínimo a una rata, y tampoco los animales deberían andar pagando por nuestras pruebas”, señala, quien además revela que la mayoría de las drogas se desarrollan a partir de información y muestras o pruebas de gente caucásica, lo que genera medicamentos que no son tan efectivos en personas de otras razas.

Los órganos en un chip son, en base a la doctora en Medicina, mucho más económicos que los cultivos celulares –los cuales usan una cantidad mucho mayor de reactivos–. Su uso, por defecto, abarataría entonces la salida de nuevas drogas, que además serían más efectivas. “Todo este sistema nos muestran a la nano escala cómo funciona exactamente un órgano en particular y hasta qué efectos podría tener una quimioterapia en determinada persona; porque cada uno de ustedes puede estar en un chip”, resalta la disertante.

Sobre el futuro de la ingeniería de tejidos humanos, Massa es optimista pero cuidadosa. “Mi primer paper lo saqué en colaboración con Anthony Atala, que ya trasplantó vejigas a seres humanos” recuerda, aunque a la vez alerta sobre el hecho de que “hay órganos o tejidos que son más complicados que otros, como el corazón, el hígado y los vasos sanguíneos”. “Hacer una vejiga que es una bolsa que contiene orina es estructuralmente menos difícil que generar un corazón con cámaras cardiacas, distintos tipos de células y un funcionamiento que  tiene que ser afiladísimo. A lo que yo hago se le pone mucha voluntad y mucho esfuerzo y aun así estamos lejos de que se convierta en una cámara cardiaca”, concluye.

Aunque no está segura de si continuará o no trabajando en la biotecnología más allá de la academia, la experta en el tema reconoce que si su aparición fue disruptiva, su futuro es aún más atractivo. “Está cada vez más presente en la mente de los inversores, y es un sector que ha dado muchos resultados económicos en la última década”, comenta.

Asentada en los Estados Unidos, a donde emigró por un deseo en conjunto con su pareja de perfeccionarse académicamente, Massa reconoce que las mujeres en la ciencia son siempre y lamentablemente una minoría. “Yo soy una gran impulsora de que no sea así, por mí y por mi nena de 8 meses”, asegura, a la vez que afirma: “Somos igualmente capaces, solo nos tienen que dar la chance”.