Sacrificaron al toro Lorenzo y a su madre: el peso de una injusta tradición

0

Según indica la historia de aquellos que siguen la tauromaquia,  muerta la vaca, se acabó la raza. Se dice que los toros heredan el físico de su padre y el temperamento de la madre, por lo que ella -así como todos los descendientes-, deben ser sacrificados o continuarán “por el mismo camino”.

Lorenzo, el toro de 1,116 libras,  fue lidiado por última vez en la plaza de Teruel, el pasado sábado 9 de julio durante los festejos de La Vaquilla del Ángel y  responsable de acabar con la vida del torero español Víctor Barrio, de 29 años de edad, quien falleció tras recibir una cornada en el tórax.  El animal fue sacrificado el mismo día.

Según lo expresa la tradición taurina, el ganadero responsable del toro que ha acabado con la vida de un matador debe sacrificar al ejemplar causante del hecho.   Tal es así que el mismo día, en forma automática  – de acuerdo a no tan claros lineamientos-, Lorenzo fue sacrificado fuera de la plaza. Ni siquiera fue toreado, lo que en esta tradición podría llamarse  «una muerte digna», en donde el  toro hubiera luchado por su vida hasta el final. Sin embargo, el animal fue asesinado fuera del lugar correspondiente para ese fin.

Pero la tauromaquia va mucho más allá en sus premisas y dicta que «la madre del animal y toda su familia deben ser sacrificados sin miramientos ni compasión». Por eso, al día siguiente de la  muerte del torero -y tal como lo manda la tradición-, fue sacrificada en la ganadería de Baños, Lorenza, su madre, quien además no tenía más hijos. Sólo Lorenzo.

¿Qué culpa tienen las madres de los toros de los actos infligidos por su crías? Según indican los amantes de esta tradición, «toda». La explicación es muy simple: cuando un toro mata a un torero el ganadero tiene que sacrificar a toda la casta o “riada” del animal, que incluye a la madre del toro y a toda su descendencia, porque mientras que las características físicas de un toro se heredan del padre, la personalidad se hereda directamente de la madre. En síntesis, si Lorenzo era un toro de una enorme complexión física era gracias a su padre, pero la bravura que acabó trágicamente con la vida de Víctor Barrio fue culpa de la madre que le dio vida.

Expresa entonces esta extraña visión que «si un toro ha matado a un torero, sus crías continuarán el mismo camino. A su vez,  el hecho de sacrificar la reata «supone un grave perjuicio para el ganadero por varios motivos: la pérdida económica que supone deshacerse de la familia del animal (del que podría haber grandes ejemplares que ya no podrán ser vendidos para ser toreados en ningún festejo) y el descrédito que un incidente de este tipo proporciona,  más aún teniendo en cuenta el grado de superstición existente alrededor del mundo sobre esta particular tradición.

Aspectos que se nos presentan, en muchos sentidos, inaccesibles a la comprensión. Aún así, perduran en los terrenos de la irracionalidad.