A mi madre…

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No se si estás. Si comprendes lo que enuncio, si sos realmente consciente de tus reiteradas preguntas versando siempre sobre los mismos temas.

De a momentos, una lucidez brillante. De golpe, un perderse entre sombras, voces, vaivenes, sinsentidos. Unos pasos lentos que enlentecen más con el correr de los días.

¿Qué no daría por vos? Por tenerte lúcida y cuestionadora, por no verte apagar fugazmente día a día. Como si cada amanecer en vez de arrojarte fuerzas, las extrayera. Como si tu vida girase al revés del mundo, soportando lo que se te eligió dar, un cruel padecimiento, que te piensa y agrede. Como castigo, como un mal que no elegís ni elegirías para nadie en la tierra.

¿Qué no daría mamá por devolverme la fe y la creencia en lo que hace tiempo no me ampara?¿ Qué no daría por inventarme algo en qué o en quién creer para salvarte, para evitarte el dolor mental que te atormenta?

¿Qué no daría mamá por ser más complaciente con vos y no desgajar mi propia vida? ¿ Cómo podrían convivir ambos universos sin destruirse y garantizar que el sufrimiento ceda, y haga que -de golpe- no huyas así, lejos, distante como te vas, arrastrando el pensamiento y dejándome aquí entre sombras, como una sombra más.

Sigo al lado tuyo, por más que otros abandonen el camino. Sigo hablándote, aunque no oigas, aunque te duermas en mi pobre discurso de hija desbordada, cuyas fuerzas desmedidas combaten por una sonrisa, la que me anima y fuerza a continuar esta lucha emprendida, encarnizada y atroz que nos acecha y carcome.

Siempre al lado tuyo, mamá.