Esta casa de vacaciones para una familia de cuatro personas se encuentra en el norte de Portugal. Su forma se define por el mismo número de volúmenes individuales. Ellos tienen dimensiones similares pero distintas orientaciones.
Tres de los volúmenes se organizan de forma ortogonal alrededor de un núcleo, mientras que un cuarto gira para que coincida con la dirección de un edificio vecino existente. La proximidad entre las dos construcciones condujo a un diálogo deseado. Las modestas dimensiones del edificio existente determina la escala de la casa mientras la identidad vernácula influencia su trazado. Cada volumen tiene un techo de dos aguas. Además de enfatizar su individualidad permitió aumentar la plasticidad de la composición.
Los volúmenes están separados pero dispuestos a una distancia crítica. Se crea un espacio intersticial cubierto por un techo transparente plano y ventanas de tamaño completo. Es un espacio especial con un carácter híbrido. La considerable desmaterialización de sus límites conduce a sentirse tanto dentro como fuera. Esta solución cumple con el requisito de los clientes de diseñar una casa con fuertes vínculos con el entorno. Al pasar de una habitación a otra permite cómodamente «caminar a través de las hojas».
La casa se organiza en tres plantas. En el sótano hay un garaje, con almacenamiento de vino y lavadero. En la planta principal los dormitorios se encuentran en el lado este, mientras que la cocina, comedor y sala de estar se colocan en el oeste, cerca de una terraza con vista privilegiada al valle. En el salón hay un altillo con una pequeña oficina.
La coherencia global de la casa depende altamente de la elección de material. La combinación de granito de la zona para la subterráneo, tablas de pino patinado en las paredes y zinc en el techo concedió una rica homogeneidad combinando diferentes tonos y texturas.
