Casa el Guarango

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La Casa el Guarango se localiza en el Rumiloma, una de las colinas del imponente Ilaló, cerro que ya comienza a formar parte de la mancha urbana quiteña. Forma parte del valle del Inga, donde aparecieron los primeros restos de asentamientos humanos del Ecuador, generando vistas asombrosas de los Andes. La topografía es irregular, con pendientes pronunciadas y quebradas agudas, aunque caminables. Es una casa de fin de semana, sin negarse a otras posibilidades en el futuro, de dos dormitorios y una zona social que integra la cocina.

La casa reina discreta, sin pretenderlo, en la cima de un lote de tres hectáreas. Aprovecha una plataforma natural del terreno, lo que evita transformarlo, y permite controlar sin reclamar el territorio. Además, la casa utiliza el terreno para construirse, cuando le provee del barro para realizar los ladrillos artesanales para la mampostería, que se fusiona con el metal en su estructura.

También la casa le da a la tierra. En una zona cada vez más seca y sin agua potable, la casa recoge la lluvia de la cubierta en una gruta artificial cavada junto a la casa, que se complementa con un sistema de cisternas y canales implantados en zonas estratégicas del terreno, que están contribuyendo a la reforestación del lugar.

Esa interacción de ida y vuelta con el entorno se regula, también y para siempre, con unas dimensiones especialmente medidas, proporcionadas con todos, y muy especialmente con el espacio en el que está y que también genera.

Las estrategias que aseguraran la viabilidad técnica y económica fueron imprescindibles en los 75 días que duró la construcción. La localización fue sin duda un reto, pero en cambio generó oportunidades impagables en cuanto al diseño.

La casa se lanza hacia el paisaje. Las habitaciones y el espacio social entran el territorio a través de una gran terraza cubierta que se extiende sin límites, multiplicando exponencialmente el espacio disponible, y el sentimiento de pertenencia.

Pero también la casa se protege del espacio, ya desde el diseño, pudiendo cerrarse y blindarse en todos sus frentes cuando los propietarios no están, con un sistema de rejas corredizas diseñadas para que se escondan dentro de la misma casa, cuando esta se abre.

La Casa del Guarango ha sabido la casa respetar el entorno hasta mimetizarse con él. Reconoce y reivindica la interacción como parte imprescindible del proceso de diseño y construcción, no lo niega. Muestra cómo se puede dar solución a la necesidad de construir una vivienda de fin de semana en un ámbito rural con un volumen único y simple, utilizando honestamente materiales tradicionales y contemporáneos, sin recubrimientos y sin esconder elementos constructivos, generando eficiencia y sintetismo, coherente en el ámbito de la sustentabilidad.