Conciencia por el medio ambiente

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La conciencia por el medio ambiente no está muy lejos del ideal de una vida más simple. No solo los alimentos y sus recipientes pueden ser reciclados o reutilizados. Para Louise Salvati (28), lo que comenzó por un esfuerzo por no echar todo al basurero culminó con una renovación de toda su manera de vivir.

Ropa que solo utilizó una vez, exceso de cubiertos, mobiliario redundante y otras exageraciones del cotidiano pasaron a quienes realmente lo necesitaban. Productos sintéticos y empaquetados fueron reemplazados por artículos de higiene hechos en casa y alimentos a granel. “Lo que no puede ser reutilizado, reciclado o convertido en compost, va hacia un contenedor transparente en el centro de la cocina, para recordar por qué lo hago”, comenta. En año y medio de minimalismo, el recipiente solo contiene un empaque de plástico: el del candado de la mochila para la gira “Cero Basura”.

Antes de descubrir que podía vivir con menos, Salvati se felicitaba a sí misma por saber reciclar. “Mucha gente cree que un gesto pequeño como ese puede cambiar el mundo y está bien, pero yo no había visto el problema completo”, cuenta. Cuando lo hizo, se preparó para una vida más complicada. Las complicaciones nunca aparecieron.

“Después de tres meses, mi vida era más fácil y barata: tenía menos objetos en casa, no tardaba demasiado en encontrar un atuendo para el día, no utilizaba maquillaje, no pasaba días de shopping y tenía tiempo para salir a caminar por París o incluso salir de la ciudad”. La gran diferencia, asegura, es comprar todo a granel y acumular el compost orgánico para su jardín. “Cocino más que antes, pero mi salud es mejor”.

Tras compartir su experiencia en redes sociales durante el último año, Salvati renunció a su trabajo de organización de eventos para la industria farmacéutica y, junto a su novio, inició su viaje por el mundo con los ahorros de su nueva vida minimalista. Con siete kilos de maleta de mano y ninguno en la bodega, pasaron por Perú en abril, Bolivia y Colombia en mayo y se dirigen ahora hacia los Estados Unidos.

“En casa me decían que en Francia era más fácil vivir sin producir basura, así que salimos a comprobar que todos pueden hacerlo”, afirma. En dos meses, Salvati y su novio se han movilizado en transporte público, han tomado agua de caño, viajado con sus propios vasos de vidrio y rechazado todos los empaques de plástico. El producto: cero basura.