El viaje de Raphinha desde Porto Alegre hasta el vestuario de Barcelona es una historia de resiliencia, disciplina y superación continua. Su transformación en un artista de alto nivel no se trata solo de talento. Se trata de mentalidad, sacrificio y un deseo inquebrantable de tener éxito.
Raphinha se crió en la pobreza implacable y molida vista a través de las extensas ciudades de chabola que ensucian el paisaje en el vecindario de Restinga en la ciudad de Porto Alegre.
En un vecindario donde la violencia y el narcotráfico son a menudo una forma de vida, Raphael Dias Belloli sabía desde una edad temprana que el fútbol no era solo una salida, sino que era la única salida.
Luchó inicialmente jugando para un club de élite como Barcelona.
El entrenador Xavi lo vio más como miembro del equipo que como un titular indiscutible e incluso cuando comenzó a ser un habitual en la alineación, rara vez jugaba juegos completos.
La incapacidad de Barcelona para comprar sin vender primero debido a problemas financieros lo puso firmemente en el cuadro como el mayor activo de juego del club y el jugador con mayor probabilidad de ser vendido, especialmente mientras Barcelona intentaba firmar a Nico Williams de Athletic Bilbao el verano pasado.
El enfoque también estaba en otra parte con la precoz y escandalosamente talentosa Lamine Yamal, el centro de la atención de todos y efectivamente indocable.
En dos temporadas en el club, Raphinha fue usado desde el banco 11 veces y comenzó solo 42 juegos de un posible 76.
El mensaje que salió de Barcelona fue simple. “No queremos perderte, pero creemos que deberías irte”, parecía ser la esencia.
Raphinha tenía otras ideas, aunque era algo muy cercano.
“Hubo varios momentos, no solo uno [when I considered leaving]”Admitió.
“Había muchas dudas. Tengo la desagradable hábito de criticarme mucho, por así decirlo, por lo que esa presión me hizo pensar en irme”.
El despido del gerente Xavi en mayo y el posterior nombramiento de Hansi Flick cambió todo.
El entrenador alemán le dio a Raphinha un papel más importante y le permitió jugar con confianza. Ahora es un jugador renacido.
Flick centró su trabajo en la importancia de tomar decisiones más inteligentes, saber cuándo driblar, cuándo pasar y el estilo más directo también lo adecuado.
En estos días pierde menos la pelota y es más eficiente y compuesta frente a la portería.
Nadie debería argumentar su derecho a ser considerado uno de los mejores jugadores del mundo.