El Papa cerró su gira por Asia con una última misa frente a millones de católicos que hicieron de ésta la visita más grande de un sumo pontífice a Manila, sin importarle la incesante lluvia, tanto a ellos como a Francisco, quien luego recorrió el lugar en el Papamovil.
El argentino había llegado el martes a Sri Lanka y previo a su partido había visitado la isla Leyte, que fue destruida en el tifón de 2013. También estuvo en universidad católica de San Tomás junto a 30.000 jóvenes, donde los llamó a reflexionar sobre la desigualdad social: «¿Lloramos cuando vemos a un niño sin casa, que sufre, abandonado, abusado, usado por una sociedad como esclavo? ¿Por qué Dios permite esto y por qué sólo pocas personas nos ayudan?», dijo.
«Invito a cada uno a que se pregunte a sí mismo – continuó – ‘¿He aprendido a llorar… cuando veo un niño hambriento, un niño en la calle que se droga, un niño sin casa, un niño abandonado, un niño del que abusan, un niño que la sociedad usa como esclavo?’ Necesitamos ver a cada niño como un regalo que hay que agradecer, cuidar y proteger. Y necesitamos ocuparnos de los jóvenes, no permitir que les roben la ilusión y les condenen a una vida en las calles».
