Fundación Iberê Camargo

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Podría haber sido un prisma rectangular cuyo largo mide cuarenta y un metros y medio, cuyo ancho mide treinta y tres metros, y cuya altura mide veinticinco metros. Podría haber sido casi lo mismo: tres pisos elevados formados casa uno por tres salas rectangulares de exposiciones, dispuestas en dos caras consecutivas, conectadas por rampas que circulan por las dos otras caras. Así, un atrio de cuatro pisos de altura surge entre circulaciones y salas, creando una simetría diagonal en el interior del edificio.

Pero el edificio no es solo una regla. Es sobre todo la materialización de un conjunto de variaciones. Las rampas de la regla primaria, con una extensión de cuarenta y nueve metros y cincuenta y ocho centímetros dividida en dos segmentos perpendiculares en cada piso, de modo a alcanzar los cinco metros y medio de pie derecho necesitaría o una inclinación de once y un décimo por ciento o un aumento de trece metros y treinta y nueve centímetros en su extensión con una inclinación de ocho coma setenta y tres por ciento. Luego la opción obvia, la cual implica el primer conjunto de variaciones espacio-formales en el edificio, es por el aumento de la extensión de la rampa: el primer y aquel conjunto que irá determinar la identidad visual del edificio. El orden del canto de las salas de exposición es mantenida; el orden del canto de las rampas es metamorfoseado. El perímetros original todavía permanece materializado en los dos otros cantos determinados por la diagonal opuesta del rectángulo, que recibe las dos escaleras del edificio.

Manteniendo el perímetro original del edificio, la posición original de las rampas y los puntos inicial y final originales de las pendientes, la única posibilidad espacio-formal para las rampas alcanzar su necesaria extensión es la irrupción de salientes externos y/o internos. El edificio materializa a ambas posibilidades. Las rampas originales son duplicadas en nuevas rampas bifurcadas: una externa rectilínea y una interna curvilínea. Cada lance de las rampas es formado a partir de tres segmentos: tres arcos en el primer caso y tres segmentos de recta en el segundo. Cada lance atinge la misma altura, la mitad de un pie derecho, dos metros y setenta y cinco centímetros, y por tanto tiene el mismo largo total como soma de las componentes horizontales de sus pendientes. Entre as tres rampas curvilíneas e as tres rampas rectilíneas surge un nuevo atrio: un externo y abierto, cuyo techo es el propio cielo.

Conectando los pisos hay siempre un lance de rampa curvilínea y otro de rampa rectilínea: el recorrido de subida o bajada intercala a ambos los tipos de rampa. Pero visualmente cada tipo es agrupado como si creando una falsa continuidad: dentro está a la vista solamente la ascensión de los tres lances de rampa curvilínea; afuera, preponderantemente los tres lances de rampa rectilínea. La realidad espacial del edificio integra; la realidad formal aísla.

El nuevo perímetro del edificio es ahora materializado por una curva formada por un arco mayor central convexo y dos menores laterales cóncavos conectados por rectas tangentes. Él enfatiza el trazo de las rampas curvilíneas, pero la modifica ligeramente, de tal modo que estas rampas sutilmente aparecen en la fachada. En frente y desgarrados de esta nueva superficie curva os tres lances visualmente continuos de rampa rectilínea circundan el atrio abierto. Las rampas curvilíneas separan interior y exterior, ellas son el único elemento que rompe el carácter preponderantemente ortogonal del edificio.

A partir de una rampa en dos segmentos circundando un atrio cerrado, dos rampas de tres segmentos circundando dos atrios, un cerrado y un abierto. Esta es la variación. Desde un prisma, una roca. Así es la materialización del edificio.