Gustavo Hortiguela en La Forja

En el barrio de Flores, donde siguen creciendo las raices tangueras, se presentó Gustavo Hortiguela con sus músicos en el bar La Forja.

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La Forja es un bar ubicado a una cuadra y media de Plaza Flores. Por fuera es una puerta enrejada desapercibida y  por dentro es un bar antiguo de madera y grandes pinturas colgadas en las paredes alrededor de un escenario frente a una vieja barra estilo inglesa.

A la espera del show, en el escenario hay unas sillas vacías frente a dos guitarras, un micrófono y un teclado. Gustavo Hortiguela sube al escenario con su trío para presentar las canciones de su disco «Lo que falta es amor», del 2013.

Vestido con una remera negra manga larga y un pantalón negro, Gustavo Hortiguela mueve sus manos pasionalmente frente al micrófono bajo una luz rojiza y azul mientras suena  «Fuimos» de Alberto Goyeneche, y «Niebla del Riachuelo», de Enrique Cadicamo  y Carlos Cobian.

La milonguita «Así fui yo», «Afiche» y «Siga el Corso» hacen honor a la esencia pura del mítico barrio de Flores -barrio del Ángel Gris y tango,  guapeza, tristeza y esperanza. Las luces en el escenario acompañan tenuemente los finales de las canciones donde, Gustavo suaviza los cierres jugando con armonías abiertas de las guitarras que lo acompañan – su hijo Nicolás y  el maestro Sadi. También el tecladista Facundo Miranda acompaña a Gustavo en dos canciones de su show. «Nada» y «Tu pálida voz» de Homero Manzi.

La noche es amena, pasa dulce y suave como vino tinto mientras Gustavo suelta comentarios con elegancia entre canción y canción. Su nieta de año y medio está pegada al escenario, deslumbrada con la voz de su abuelo. Y tiene lógica: el show es suave, armónico, con sutiles arreglos técnicos y complejos que pasan entre los dedos de los guitarristas o en las melodías de voz, dándole así un nuevo toque a canciones viejas de nuestra cultura argentina.

«La Fulana» de Caruso y Mastra, «La ultima curda» -donde Gustavo aclara «espero que la ultima curda no sea hoy» para luego despedirse con «Tinta Roja», el reconocido himno de Catulo Castillo.

Pero el público quiere más. El calor humano de la Forja no permite que Gustavo y su banda dejen el escenario tan fácilmente y es así como hacen de bis «Danzarín», de Troilo, pero a tres guitarras donde Nicolas Hortiguela se luce tocando -¿todas?- las notas de su guitarra criolla.

El tango tiene su origen en el Rio de la Plata en el comienzo del 1900, descendiente de las comunidades afroamericanas, nativas, italianas, españolas, entre otras, generando así su propio idioma e identidad a la par de un propio pasado y futuro. El barrio de Flores es, sin duda, un barrio marcado por el Tango. Allí, donde la música parece tener vida propia, el movimiento continua. Es el Tango, como entidad viva, como expresión autómata, quien sigue vigente y engendra en su vientre a nuevos músicos y nuevas propuestas (en Flores, en Buenos Aires, y en todo el mundo), convirtiéndose así en patrimonio cultural de toda la humanidad. Esto es nuestro, de todos. Y quizás esto haga que el tango pierda su característica melancolía, aunque también está ganando  una nueva fuerza. Se está colocando en un nuevo lugar que también le corresponde. Por suerte los músicos de calidad no dejan de surgir y para continuar con el movimiento. Gustavo Hortiguela es, a sus cuarentipico, sin dudas un pibe nuevo que avanza a su estilo por los pasillos de la cultura mundial.