El libro negro de la justicia, de Tato Young

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Tato Young nació en Buenos Aires en 1972. Entre los dieciocho y los veinte años tuvo un breve paso por los escalones más bajos de la carrera judicial. Más tarde volvió a los tribunales como periodista, durante largos años. Las dos experiencias se cruzan ahora en su quinto libro.

María Servini es la jueza más poderosa del país, pero a los ochenta años se enfrenta a su posible retiro. Le exigen jubilarse y varios de sus colegas están dispuestos a heredar su doble despacho, desde donde controla los partidos políticos y mantiene en vilo a los gobernantes desde hace décadas. Pero María –así, a secas- está dispuesta a desplegar todas sus armas para defenderse, lo que la llevará a un enfrentamiento a todo o nada con el presidente de la Corte Suprema y a poner en aprietos al gobierno de Mauricio Macri. En el recorrido de su vida y en su reacción, por momentos alucinada, veremos los increíbles recursos que los jueces federales articulan para asegurar su permanencia, y cómo aprovechan los miles de expedientes que administran para su conveniencia. Los favores se pagan, más temprano que tarde. Porque si algo han aprendido María y sus colegas es que el poder equivale a la capacidad de daño, a la amenaza latente de quien tiene el dedo en el gatillo.

El libro negro de la Justicia es mucho más que un trabajo de investigación periodística. Con un tono personal y reflexivo, Tato Young nos sumerge, como nadie se atrevió hasta ahora, en uno de los tejidos medulares del poder real. De la mano de su propia experiencia (primero como pinche en un juzgado, luego como periodista), el autor relata con una voz narrativa única la historia del fuero más corrompido del país, entre procesos judiciales donde la verdad siempre es manipulable y la historia, un artilugio. Del entramado participan los atesorados expedientes, el poder omnímodo de Los Doce, el experto uso del tiempo, jueces que se hacen millonarios, dirigentes políticos sin escrúpulos, lobbystas de toda calaña que asedian Comodoro Py, agentes de inteligencia invisibles y abogados que funcionan como testaferros. Además de los delegados del Gobierno, que nunca terminan de irse ni de aprender lo que otros ya saben: que en el territorio del sórdido y peligroso manejo del poder nadie gobierna a nadie.