Aaron Rodgers lanzó un pase Ave María de 61 yardas para dar vuelta un partido que parecía perdido por parte de los Packers ante los Lions. Una jugada que va a ser recordad por mucho tiempo, y que puede ser un revulsivo clave de cara al camino al Superbowl.
Green Bay se jugaba su última carta en la ofensiva. Con sólo siete segundos por concluir el partido, Aaron Rodgers se ubicaba con el balón dentro de la zona roja de su propio campo. Era la última jugada, salvo alguna eventual infracción de la defensa local. Esa infracción llegó: luego de una serie de pases, el mariscal de la visita realiza una finta y es tomado desde la parte baja de su casco. Así, llega la sanción esperada. Primer down y 15 yardas a favor.
Si bien tenía un poco más de espacio, el reloj ya estaba en cero, por lo que la siguiente jugada sería la última. El resultado marcaba un 23-21 para los Lions. 61 yardas separaban la línea de golpeo de la zona de prometida.
El milagro llegó, Rodgers, el número 12, recibe el balón, se toma su tiempo, realiza una serie de pasos a su izquierda y luego se vuelca a su derecha para evitar la captura rival. Allí, se ve enfrentado con todo el campo del Ford Field. Sólo le queda una opción: lanzar un “Ave María” y esperar que éste caiga en una mano amiga. Antes de llegar a la zona de golpeo, arquea su cuerpo con una técnica brillante para tomar impulso.
Parece una epopeya, la pelota recorre el campo local durante largos cuatro segundos, los jugadores se amontonan en la zona de anotación del equipo local y varios saltan para hacerse con el cuero. Sólo uno logró bajarlo: Richard Rodgers, el número 82. Silencio stampa en las tribunas del Ford Field. Locura total para el cuerpo técnico y los jugadores de Green Bay Packers.
Tremenda jugada que quedará en la historia y significa meterse, por el momento, como primer comodín de la NFC y soñar con el pasaje a la postemporada para, allí dentro, luchar por el Superbowl 50.
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