Ricky Espinosa, un punk que no le ganó al sistema pero al menos lo intentó

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La leyenda de Ricky de Flema continúa viva en el rock argentino a pesar de los prejuicios a 15 años de su trágica muerte.

“Juventud sin futuro, temprana decepción, drogas y violencia, desocupación, estado de muerte repre– depresión, salario de hambre, locura y ambición”.

La letra de “Nunca nos fuimos”, un clásico de Flema, legendaria banda punk del sur del Gran Buenos Aires, contrastaba con la propaganda oficialista impuesta por los medios de comunicación a fines que imponían “la pizza y el champagne” como un estilo de vida logrado gracias a las políticas neo liberales de la década del 90. Una realidad muy distinta a la marginalidad que vivían los jóvenes desocupados que crecieron en los suburbios del conurbano bonaerense viendo cerrarse fabricas por la apertura económica.

Hijo de esa clase baja culturalmente derrotada por el relato menemista, el líder del grupo, Ricardo Espinosa, fue un representante de la generación despolitizada que creció con la creencia de que todo era una mierda.

Todo un punky nihilista, en una entrevista de 1998 utilizada por el periodista Sebastián Duarte para el prologo de su libro “Ricky de Flema, el último punk”, aseguró que interesarse en política era “ponerse mal al pedo”. Un síntoma de una época mucho menos combativa del rock, aunque con los mismos problemas que hoy atraviesan la mayoría de los músicos.

Como todo grupo independiente, Flema se encargaba de difundir su arte por sus propios medios en tiempos en los que internet todavía no era la herramienta usada para ese fin. Difícil situación que pudo sobrellevar en parte gracias a Cemento, bastión de la banda y de sus pares punk rockers, muchos de los cuales lo tomaron como referente por el carisma y la sensibilidad con sus fanáticos, además de su talento para expresarse.

Fue pocos días después de un show en ese mítico antro que Ricky se fue sin despedirse de sus amigos. La mañana del 30 de marzo del 2002 en un monoblock de Avellaneda, los integrantes de Flema festejaban el final de las grabaciones de su álbum “Cinco de Copas” cuando se arrojó de la ventana de un quinto piso. Sería la última locura de un rebelde con una de las vidas más interesantes para contar.

A pesar de su gran aporte a la cultura rock y la música independiente con la que se identificó, a Ricky lo suelen recordar más por su lado del reviente, ese que hace alarde de la vida de “sexo, drogas y rock and roll” del rockero, aunque sólo fue una parte de su personalidad, mucho más compleja.

Su legado artistico refleja que hizo catarsis de sus demonios internos en el escenario, aunque también compuso canciones como “Nunca seré policía”, inspirada en el gatillo fácil común de sus días. A pesar de su postura apolítica, luchó contra los cercos mediáticos y encontró su lugar en el under. Defendió sus principios y nunca se vendió a pesar de que tuvo ofertas para ser parte del negocio de la industria cultural.

En otras palabras, no le ganó al sistema pero al menos lo intentó, como solía cantar.

Meritos mucho más valorables para un tipo culto que reunió todas las cualidades para ser considerado un genio, que como muchos de estos, acompañó su don con un profundo sentimiento de autodestrucción, un demonio interno que jamás pudo controlar.

Luis Gimenez

@GimenezLuis77

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