Wall Street VS Silicon Valley: del amor al odio

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Dos IPOs tremendamente públicas y exitosas en los últimos dos años, y otras tantas menos notorias pero igual de interesantes, avalan una relación que hasta ahora, y en términos de impacto y volumen de negociación, ha garantizado el amor profundo entre los VC, los bancos de inversión tradicionales y los capitales riesgo de mayor renombre de Wall Street. Wall Street ama a Silicon Valley o al menos, su capital económico y financiero. Pero como todo amor, también se termina, o al menos y en este caso, se convierte en temor.

Resulta que, en la era digital de las startups de acción-reacción, es decir, aquellas que más que centrarse un producto disruptivo y replantear mercados buscan los huecos de los deseos insatisfechos de los productos existentes, pues todavía hay mucho mercado en el que asentarse y mejorar, y como en el resto, ahora le ha tocado a parte del negocio de Wall Street.

Solo ponerse a pensar e introducir una mejora en un mercado consolidado puede hacer temblar las bases en ese mercado y que Wall Street pase de ser tu mejor amigo e inverso y a competencia e inversor. O una cosa rara. Una especie de némesis en la que todos son amigos y a la vez nadie dice que se conocen: justicia retributiva, venganza, equilibrio y fortuna que quería la diosa griega para el mundo.

En un contexto en el cada empresa quiere desarrollar su propia infraestructura de pagos móviles, en el que los créditos online y las aplicaciones que te reorganizan y presupuestan tu cuenta bancaria están en auge y en el que tanto empresas como partidos políticos y todo tipo de entidades se financian de forma colectiva sin pasar por un banco, y además empiezan a tener la atención del consumidor seguidor -e incluso rezagado- pasando ampliamente la barrera de los early-adopters que hasta ahora eran su único público fiel y objetivo, pues es normal que las cosas se enturbien.

Ahora es cuando Wall Street está viendo como parte de la piedra angular del negocio de sus entidades bancarias y fondos de capital riesgo ha entrado en conflicto y competencia con multitud de empresas pequeñas y grandes que por sorpresa están haciendo que se replanteen las bases de su negocio, empresas que por otra parte estaban financiando y apoyando hasta ahora como base de futuros retornos en forma de capital, ya sea financiero o humano. O incluso de la tecnología, por pequeña que sea.

Tenemos por un lado las empresas de capital riesgo que financian e invierten en compañías de Silicon Valley que basan su modelo de negocio en soluciones financieras alternativas que pueden ser fácilmente modulables a los sistemas de la mayoría de bancos y entidades de crédito; y por otro, startups con financiación colectiva y grandes compañías con fondos propios que están utilizando, precisamente, ese dinero para desarrollar modelos de negocios de soluciones financieras para convertirse en competencia directa de esos bancos y para convertirlos en sus clientes y aliados forzosos, bajo sus condiciones y con sus criterios.

Independientemente de cualquiera de los dos modelos que elijamos, Wall Street tiene mucho que temer, puesto que el primer caso necesita sí o sí a empresas que desarrollen soluciones innovadoras para las entidades de créditos y bancos para, precisamente, competir con aquellas que no desarrollan para bancos. Ahora metemos a los operadores de telefonía en medio de la ecuación y tenemos el principio del caos.

No obstante, como en todo caos hay orden, el temor de Wall Street por muchas de las empresas de Silicon Valley ha encontrado en el talonario y la compra indiscriminada de startups la fórmula perfecta para mantener a raya al sector, en el buen significado el término.

Por una lado el que te compre una compañía como el Banco Santander o JP Morgan, aunque tu tecnología luego acabe en el cajón de la listas burocráticas, siempre es mejor a tener que bajar el cierre, y por otro lado la inyección de capital basado en este temor está reflotando un sector que el desinterés de los consumidores hace años lo daba por muerto.

Al final, el hecho de que Wall Street tema a Silicon Valley parece que es un win-win para ambas partes. ¿Dónde queda el consumidor? No está muy claro, pero parece que todavía vamos a tener que esperar fila en el banco para hacer la gestión más simple mientras Silicon Valley y Wall Street deciden de una forma u otra cual es el futuro de sector financiero y tecnológico.