60 años de la muerte de James Dean

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“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”, frase que de enseguida te hace pensar en James Dean, aunque en realidad es parte del diálogo de la película “Knock on any door” de Nicholas Ray.

El joven, hijo de un granjero, siempre quiso ser actor. A los 19 años consiguió un trabajo en un comercial de Pepsi, en el cual no decía ni una sola palabra.

«Él es un ícono del siglo XX», dijo su representante Mark Roesler. «Dean llegaba al alma de su generación y era capaz de decir con una mirada mucho más que muchos otros en una película entera». Roesler señala que no era una cuestión aventurada, sino que James creó su imagen cuidadosamente. «Y así se explica que siga teniendo éxito hoy en día».

Dean conducía junto a un mecánico por una carretera conocida porque todos apretaban allí el acelerador. Acababa de recibir una multa por exceso de velocidad, pero eso no frenó al joven de 24 años. Cuando un Ford pasó a su lado a gran velocidad no pudo esquivarlo al ir casi 140 kilómetros por hora y acabó estrellándose contra él. A su compañero de viaje lo sacaron herido grave del coche y el joven actor todavía respiraba tras el impacto, pero al llegar al hospital declararon su defunción. Todo esto un 30 de septiembre de 1955.

«Dean está más vivo que nunca», aseguró Roesler. «No hay un centro de secundaria en el que no cuelgue al menos un póster suyo y su imagen sigue comercializándose de forma estupenda. Él es Hollywood y mientras la gente piense en Hollywood, recordará a James Dean».

Dos de las tres películas en las que es el protagonista se estrenaron tras su muerte y dos semanas antes del fatal accidente grabó un anuncio en el que alentaba a conducir con precaución. «La vida que salva podría ser la mía», irónicamente decía Dean en el anuncio.