Alerta por el Chikunguña, el nuevo dengue

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«Nadie sabe cuándo se va a parar la epidemia. En mi propia familia hay más de una docena [de afectados]. Todos tienen la impresión de que los medicamentos no hacen ningún efecto. La mayor parte de nosotros piensa en Dios y reza», escribió el arqueólogo Marc Kichenapanaïdou, habitante de la isla Reunión, un paraíso tropical ubicado sobre las costas africanas afectado por la enfermedad. Aunque la enorme mayoría de los pacientes se recuperó, el brote habría dejado al menos 200 muertes.

Hoy los expertos creen que la aparición de brotes en la Argentina, más allá de los primeros casos aislados importados desde Dominicana, es mera cuestión de tiempo. «Si hubiera que hacer un análisis de riesgo, están dadas todas las condiciones», advierte Adrián Díaz, investigador del Instituto de Virología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Varios factores explican el fenómeno. Uno de ellos es el aumento en el número, velocidad y recorrido de los viajes, que permiten transportar un agente infeccioso entre puntos remotos del planeta en el curso de pocas horas o días. «Si uno mira un mapa global del tráfico aéreo, se observa que el mundo está en movimientos por múltiples causas: desde turismo y negocios hasta migraciones o desplazamientos forzados», destaca Susana Lloveras, infectóloga del Hospital Muñiz y presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero (SLMV).

En la Argentina, el principal vector de la enfermedad será el Aedes aegypti, que se distribuye desde el norte hasta La Pampa, sobre todo durante los meses cálidos del año. Bastaría que un mosquito picase a un turista que regresara enfermo, por ejemplo, de sus vacaciones en el Caribe, para que la bomba de tiempo se pusiera a zumbar sobre otras personas. Una nueva picadura comenzaría a extender la epidemia en el país, esta vez con casos autóctonos. «No hace falta más nada», desliza Lloveras. «El riesgo está ahí».

En el 95 por ciento de los casos, la infección se manifiesta con fiebre alta, la que puede acompañarse de cansancio, náuseas, cefaleas y, fundamentalmente, dolores intensos en las articulaciones. El nombre de la enfermedad, de hecho, significa en lengua makonde «doblarse», por el aspecto encorvado de los pacientes cuando lidian con la artritis, que a veces se prolonga durante meses o incluso años.

Para los virólogos argentinos, el chikunguña promete ser otra fuente de adrenalina y desvelos. Es tentador pensar que, para ellos, un brote exótico puede ser tan excitante como un extraño crimen para un forense. «Mientras un virus no llega a un país, por ley no podemos investigarlo», explica Díaz, desde su laboratorio de arbovirus en Córdoba.