“Suplicamos a nuestro gobierno y a sus mediadores que nos lleven a casa antes de Navidad. Estamos en grave peligro. Pueden matarnos. Nuestro gobierno y los mediadores son responsables de nuestras vidas.” Este era el llamado angustioso que lanzaban Greta Ramelli (20 años) y Vanessa Marzullo (21 años), las dos jóvenes cooperantes secuestradas en Siria el 31 de julio. Sus palabras fueron grabadas en un video difundido el 31 de diciembre por yihadistas.
Afortunadamente su pesadilla terminó y en la madrugada de ayer llegaron a Roma en un avión de la Aeronáutica militar, que las recogió en Turquía, tras el infierno de casi seis meses viviendo en el norte de Siria. Fueron liberadas gracias a las gestiones realizadas por los servicios secretos italianos, que habrían pagado un rescate de 12 millones de dólares, lo que ha creado una fuerte polémica en Italia.
Recibidas en el aeropuerto por el ministro de Asuntos Exteriores, Paolo Gentiloni, y sus familiares, las dos jóvenes aparecieron alegres, pero exhaustas, con muestras evidentes de haber pasado meses durísimos. En efecto, han sufrido abusos y malos tratos por parte de sus secuestradores, que, armados, las vigilaban las veinticuatro horas del día.
Greta y Vanessa entraron en Siria el 28 de julio desde el campo de prófugos de Atma, en los confines con Turquía, llenas de sueños y con dinero para comprar medicinas y ayudas para distribuir a los rebeldes. Sin embargo, tres días después fueron secuestradas al caer en una trampa en una zona dificilísima en la periferia de Aleppo.
Los servicios de inteligencia italianos explicaron que las dos jóvenes estuvieron al principio en manos de miembros del Jaish al-Mujahideen, siglas que encierran una decena de grupos islamistas, y que Jahbat Al Nusra proporcionó cobertura política, porque ese territorio sirio estaba totalmente en sus manos. Después de eso, fueron “vendidas” en diversas ocasiones, sin acabar, afortunadamente, en las manos del Estado Islámico ni en territorio controlado por ellos.
